Me han vuelto las ganas de escribir, creo que es una buena señal. En los últimos vestigios del 2007, días en los que miraba impávida pasar la vida, sentí que nada podía ya sorprenderme, que sólo restaba esperar. Que el tiempo me pide tiempo para pensarlo.
Me cargué de trabajo para dejar de pensar en las cosas que me aturdían. Ese trabajo me ayudó a tomar varias decisiones y me mostró algunas de las fallas que deseo reparar este año. Ha sido toda una sorpresa, ya que siento que me han mostrado las debilidades que quise negar. Necesito más estructura, orden, neutralidad, programar y también aprender a vender y venderme. No ha sido fácil adaptarme al periodismo corporativo, pero el proceso trae muchas lecciones que se extrapolan a mi vida. Eso lo agradezco.
El stress me pasó un poco la cuenta y he debido bajar la cantidad de salidas, he incluso he debido huir de carretes porque estaba tan exhausta que dolía. Hasta mis amigos me exasperaban con su simple existencia. Ahora necesito más que nunca mi espacio y la primera gran decisión para quemar el 2007 fue volver a tomar control de mi casa. Todavía no sé cuándo se va mi housemate, sólo espero que sea pronto para ver como esos actos fallidos y sentimientos vanos se queman en un pequeño globo aerostático de esos que tiraban por doquier en la avenida San Martín anoche.
Si miro para atrás al año que pasó se me llenan los ojos de lágrimas. Así que dejaré de hacerlo. Hay que reciclar, aprender, quemar.
Un abrazo a los que siguieron ahí y me acompañarán este 2008.