Cada día trae una lección. A veces me ataca una tristeza enorme, cuando me siento cansada de darle vueltas y vueltas a los problemas y ver que de pronto estamos parados en el mismo lugar o que, al revés, hemos retrocedido algunos pasos en la marcha cuesta arriba.
Pero con una nueva mañana, y con la lluvia que limpia todo, empieza todo a marchar otra vez. El viento cambia de dirección y es más fácil avanzar. Quizás la vida sí es como la miel. Es dulce, se endurece y con un poquito de calor (por cierto, gracias a los amigos) vuelve a ser cristalina y deliciosa.